¿Es RD transparente?

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Ahora que la transparencia está tan de moda, recuerdo que durante mi paso por la Junta Central Electoral, producto de los debates públicos que sostuve sobre diversos temas de la institución, algunas personas, que no comprendían el derecho de los ciudadanos a estar informados de todo cuanto acontecía en el órgano electoral, muchas veces de buena fe, me recordaban el viejo refrán: “Los trapos sucios se lavan en casa”.

Siempre fui comprensivo con estos ciudadanos, en razón de que se trataba de una vieja cultura de la que no podían liberarse, a pesar de la transparencia estar contemplada en el artículo 138 de la Constitución de la República, como uno de los principios de la administración pública, en el 211 en torno, por un lado, a la organización de las elecciones y, por el otro, a la utilización del financiamiento público y, finalmente, en el 216. en lo concerniente a la conformación y el funcionamiento de los partidos.

Para cambiar la sociedad de la opacidad por la de la transparencia se requiere la sustitución progresiva de la cultura de la negatividad por la de la positividad. De esta manera las puertas de lo público se abren a los ojos de todos los que quieran observar, con relativa libertad, el interior de las instituciones.

En su obra La sociedad de la transparencia, el filósofo coreano Byung-Chul Han, convencido de que ningún otro lema domina hoy tanto el discurso público como la transparencia, sostiene que “la omnipresente exigencia de transparencia, que aumenta hasta convertirse en un fetiche, se remonta a un cambio de paradigma que no puede reducirse al ámbito de la política y de la economía”.

No obstante, el citado filósofo, convencido de que el hombre ni siquiera para si mismo es transparente, ya que según Freud el yo niega precisamente lo que el inconsciente afirma, advierte que “quien refiere la transparencia tan solo a la corrupción y a la libertad de información desconoce su envergadura. La transparencia es una coacción sistémica que se apodera de todos los sucesos sociales y los somete a un profundo cambio”.

La transparencia, en lugar de una especie de arma de destrucción masiva contra la corrupción, es más bien un instrumento de prevención de este flagelo.

Como muestras de medios para prevenir la corrupción tenemos la Ley 200-04, de Libre Acceso a la Información Pública, mediante la cual los ciudadanos pueden obtener todos los datos en manos de entidades estatales, por medio de la solicitud de las mismas, las cuales deberán ser suministradas de manera obligatoria. De igual manera tememos la Ley No. 340-06 Sobre Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras y Concesiones, que tiene una preponderancia extraordinaria en la actual administración.

Finalmente, aunque es innegable que las mencionadas leyes han contribuido con la reducción de los elevados niveles de corrupción, los hechos han demostrado que la voluntad firme del jefe del gobierno es la más poderosa arma que existe para prevenir y perseguir la corrupción administrativa.

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