La diáspora dominicana: una mirada más allá de las remesas
La inmensa mayoría de los dominicanos que viven fuera de su país, tienen en el alma alojado el retorno en la intimidad de la conciencia.
El inmenso valor del dominicano en el exterior, y hay que repetirlo siempre, va más allá del elemento económico y financiero.
Por: Rafael Nino Féliz
Soy parte de los dominicanos que, permanente o temporalmente, ha caminado hacia una agencia de envío para ponerles a sus parientes algún dinero desde ultramar. Más allá del dinero que llegará al matrimonio, a amigo o un pariente cercano, para resolver problemas de vida, se envían el corazón, las lágrimas y la nostalgia que te calan el alma.
La inmensa mayoría de los dominicanos que viven fuera de su país, tienen en el alma alojado el retorno en la intimidad de la conciencia. El deseo de retorno es una idea fija, poderosa, conmovedora y permanente que te persigue en cualquier lugar y hora. El peso y vínculo de lo que se denomina la familia extendida crea un cuerpo espiritual en nuestros compatriotas en el exterior como en ningún otro ser humano sobre la tierra.
Casi un año trabajando en el Consulado Dominicano en Nueva York, me permitió conocer humana, económica, psicológica y sociológicamente a mis hermanos de la diáspora. Pero también pudimos palparlo en las calles de esta gran ciudad y en las de Puerto Rico, mientras vendía mis libros de poesía por aquellas avenidas llenas de compatriotas, que antes de tomar el vuelo o la yola para salir del país buscando un sueño, el primer pensamiento que plasmaron en su alma fue el retorno. Ese sueño que navega y navega sin puerto donde anclarse.
La ecuación de siempre. Inversiones realizadas sin orientación alguna en su país de origen; la mudanza acariciada y lograda, pero se pone proa para el exterior de nuevo. Las promesas de campaña de cada cuatro años. El montón de decepciones. El éxito de los racionales que triunfaron como diáspora en el propio lugar de la batalla en el exterior. El éxito en el control de los supermercados en Nueva York. El soporte de las remesas para que el PIB no muera. La crisis institucional y la inseguridad de hace décadas. Robarse el país desde las propias instituciones. El pa’lla ya no vuelvo.
La República Dominicana debe mirar nuestra diáspora más allá de las remesas. Necesitamos construir con ella y junta a ella, el país que todos queremos. Es necesario tener una visión integral que nos permita caminar juntos para construir un poderoso desarrollo nacional más allá del alabado crecimiento económico, que tensa las brechas sociales entre ricos y pobres. Nuestra apuesta debe ser al desarrollo que produzca equidad y justicia social.
Aunque este artículo lo escribí o redacté antes de la premiación de la tercera edición del Premio al Inmigrante Dominicano Oscar de la Renta, en la que fue seleccionada, ganadora, Casilda Luna, entre otros valiosos dominicanos de nuestra diáspora, el evento mismo de referencia nos da la pertinencia del presente trabajo, con relación al valor moral, social, político, patriótico, comunitario y de solidaridad que realizan – más allá de las remesas – los dominicanos que asumen la lucha por la justicia y el bien común en cada parte del mundo donde se encuentren. El inmenso valor del dominicano en el exterior, y hay que repetirlo siempre, va más allá del elemento económico y financiero. Su grandeza real está en lo humano.