Las potencias y las guerras por delegación
POR: RAFAEL NINO FÉLIZ
Las grandes potencias utilizan terceros países para que hagan la guerra por delegación o encargo. Esto se produce cuando una potencia actúa con precaución para no desatar una guerra donde haya un enfrentamiento nuclear que amenace la existencia misma de las poderosas naciones en conflicto.
Las grandes potencias, por su naturaleza, tienen en sus agendas, gigantescos problemas por resolver y de cuya solución dependen el poderío y dominio que tienen sobre otros países y sus estrategias para enfrentar con éxito a sus enemigos, en sus permanentes guerras políticas y económicas, a nivel mundial contra otras naciones también poderosas.
Las guerras de las potencias son, por lo general, acciones bélicas para defender intereses económicos de los grandes negocios que realizan las grandes empresas internas de sus respectivos países.
Siendo yo adolescente, recuerdo que el profesor Juan Bosch, en un programa radial vespertino, hablaba de la necesidad que tenían los Estados Unidos de hacer guerras en el mundo para vender materiales bélicos del complejo industrial armamentista de los fabricantes de armas de su nación. Como se puede ver, entonces, la guerra es también un gran negocio por parte de las potencias.
Las guerras entre potencias constituyen todo un mundo complejo y esta complejidad no es sólo por la inteligencia con que se manejan los asuntos de alta política de los estados; el fino juego de la diplomacia; el papel mediático de los grandes medios de comunicación al servicio de los intereses hegemónicos y los adecuados pasos tácticos propios de las acciones bélicas, que entran en la escena militar o teatro de guerra, sino por las alianzas que se necesitan realizar con otros países que, aunque no sean poderosos, sí permiten cumplir con el elemento de complementariedad necesaria para que la guerra pueda producirse.
Es importante conocer, aunque los ciudadanos ingenuos del mundo no lo sepan, que las grandes potencias utilizan terceros países para que hagan la guerra por delegación o encargo. Esto se produce cuando una potencia actúa con precaución para no desatar una guerra donde haya un enfrentamiento nuclear que amenace la existencia misma de las poderosas naciones en conflicto. En estos casos, el temor o miedo a desaparecer constituye un arma autodefensiva que neutraliza a las propias potencias. No ocurre así cuando el adversario no tiene posibilidades nucleares.