El sudor de mi madre se me cuajó en los ojos

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Anterior a la concepción de esa criatura, la madre había tendido y derramado su amor sobre la pradera de sus sueños.

Por RAFAEL NINO FÉLIZ 30-05-2021 00:03

Empezaré diciendo que la madre está presenté en cada amanecer; e incluso, antes de que la criatura vea la luz. Anterior a la concepción de esa criatura, la madre había tendido y derramado su amor sobre la pradera de sus sueños. Quizás una mirada que tocó su corazón, fue el inicio del camino cabalgado bajo el manto de su amor.

Las instituciones en el mundo han creado e instituido un día para celebrar y honrar a todos los seres de la tierra. En ese sentido, podemos hacer una larga historia, e incluso, un profundo análisis ideológico. Pero ahora no se trata de eso. El amor de las madres va más allá de todas las cosas terrenales de este mundo.

Si este Día de las Madres nos sirve para reunirnos "alrededor de la mamá", como dice la canción de Charles Aznavour, ya de por sí vale la pena; es un hecho innegablemente grandioso.

No importa si estamos ante la presencia de la joven adulta, por supuesto, convertida en madre en la flor de su juventud; pudiera ser también que el evento ocurriera en torno a la madre o la abuela con sus cabellos grisáceos, en la que el tiempo se refleja en sus sienes. O ante la madre que se adelantó, como diría Facundo Cabral. Y entonces la memoria nos la trae tal como era. Y es como si escucháramos su frase de siempre. ¡Da igual para el amor!

A propósito de memoria, yo he hecho camino al andar, como decía Machado. Cuando ingresé a la universidad sólo tenía como fortuna, a mi madre, la UASD y la esperanza. Mi mamá tenía un horno, en Barahona, para fabricar bombones (macitas) bienmesabes o bienbesabes (conconetes).

Al ella amasar la harina con el melao para producir la masa con la que fabricaba la mercancía de su humilde empresa, al mismo tiempo recibía el dinero de la venta del producto de su digno trabajo. Sus manos llenas de melao y harina humedecían y marcaban cada papeleta que recibía diariamente en su oficio. La mezcla de la harina con el melao se solidificaba después sobre la piel de aquellos pesos.

Cuando yo recibía el dinero cada mes como presupuesto para mis estudios, lo contaba; y sentía en el tacto con mis dedos y percibía en mis pupilas la rugosidad de la mezcla seca del melao y la harina. Y aún lo siento y miro. "El sudor de mi madre se me cuajó en los ojos"

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